viernes, 18 de febrero de 2011

hacia valparaíso



Hacia Valparaíso

Me embarque en la escritura de notas de viaje –podríamos llamarlas de este modo-, a partir de un regalo que recibí en la Librería Ivens de manos de una señorita de la que desconozco el nombre. En esa misma librería curiosee el Pop Up del colectivo Rimaginación: “HHH. Nacer en el mundo equivocado”. Libro desplegable realizado enteramente a mano, todo en blanco y negro. Y que finalmente, no compramos. Quizá por los materiales seleccionados y una referencia que le hice sobre otro libro ilustrado la librera, se vio motivada a entregarme un gran almanaque lleno de pinturas de niñas y niños que de inmediato, consideré una cosa extraordinaria. Siempre estoy atenta al encuentro de materiales producidos por chicos, y en gran parte es por nuestra labor en La grieta, el sello editor La Chicharra, que rescata producciones realizadas por pequeños y adolescentes. En el trazo, en las palabras, en el juego de los chicos se despiertan emociones y sentidos que en algunas ocasiones descollan.

La intención fue y es dialogar con los trabajos que los pequeños hicieron en sus escuelas junto a sus maestras y compañeros, mostrando un Valparaíso para ellos y para otros. El almanaque reúne las pinturas seleccionadas de un concurso desarrollado en los colegios municipalizados –así es la volanta que aparece en la contratapa del catálogo. Y además aparecen los auspiciantes.

Quería agregar - que hace veinte años estuve un día en Valparaíso y luego, hace unos días, veinte años después de la fugacidad de esa visita, un día más. Por lo que suman dos días en Valparaíso que sin embargo, personalmente, por una cuestión de confabulación fantástica parecieron meses.

Imagino una vuelta a Valparaíso -por ejemplo- para entrevistar a esos pequeños y preguntarles alguna cosa que hayan sentido cuándo dibujaron esos paisajes. Imagino poder ofrecerles unos escritos que tengo en el cuadernito de otras postas: rincones, rostros, vidrieras. Las postas que no tienen la resonancia histórica, geográfica, arquitectónica de los lugares que sí se han elegido mostrar en Ven a Valparaíso 2011 por si a ellos se les ocurre dibujarlas; Imagino un retorno de un día o los que fueren para encontrarme con esa ciudad melancólica e increíble que apenas voy descubriendo.

Los textos que siguen a las imágenes de cada niño o niña no tienen ánimo de descripción literal de la estampa. La mayoría me convocó a partir de preguntas. A partir de transparencias. Por estados del color en sí mismos, o la combinación de colores, los contrastes, las elecciones de un color u otro o en otros casos: señales mínimas, algo absolutamente subjetivo, una asociación posible, un irse por las ramas.

Todo ese largo día había estado tomando notas de este carácter: Las criaturas llegaron hasta mí y me contaron su secreto.// El mar es fantasía, lo demás también.// Ó… No quiero pensar en el temblor, en los retazos perdidos de la historia, en el barro, los cráteres, las intemperies. O de este estilo de curiosidades mitad ficción mitad real: Los empleados municipales barren las calles a las 7 de la mañana con hojas de palmeras. Dan vuelta a la plaza O’Higgins cerca de las 8. Bordean la Errazuriz a las 9 frente al metro de la estación Francia y allí se quedan pensando.

Se trata de otras notas que recuperé al copiar las fotos de esténcils y dibujos callejeros. Presentía en esos instantes- que había descubierto a Valparaíso de alguna manera.

Por último, de los sitios que aparecen retratados en las postales por los estudiantes, solo creo haber estado en el Muelle Pratt.

Sin ninguna intención presuntuosa, con la añoranza que a los chicos los convide a más.

Gabriela Pesclevi

Así ve un chico de doce años a la Playa Portales

La playa Portales la conocí a través de Sebastián M. un pintor de doce años. Creo que cuando me acerque la voy a ver esencialmente amarilla. Es posible que el sol rebote de una manera especial cerca del mediodía e inunde todo de luz amarilla. La luz no tiene un color definido. Se mimetiza con el cielo y con lo que toca. No imagino cómo sería una luz roja y candente en esta imagen. Lo curioso es que hay alguien que pasa en bote a eso de las doce y quiere escuchar que dicen los pelícanos. La conversación en realidad aún no empezó, pero el hombre sabe que aminorando la marcha, y haciendo el menor ruido posible podrá pescar algo… cuándo, el ave que está sola les diga lo que siente.

El hombre que compró la ciudad de Estocolmo o de Valparaíso?

Me resulta muy curioso que el paseo Atkinson me lleve a Estocolmo. De manera más precisa a “El hombre que compró la ciudad de Estocolmo” un cuento de Giani Rodari. El señor Rodari se presenta a cada rato porque además viaja en el bolso conmigo. Quisiera poner una ficha de cospel y llamarlo por teléfono para contarle esta anécdota. Estoy convencida que Marta Nuñez, además, sabe de lo que estoy hablando. Estoy hablando de Valparaíso y de Estocolmo. De dos lugares completamente distantes, diferentes pero parecidos. No sé quién compró el castillo de Atkinson. Creo que nadie lo conoce. Voy a decirle a Marta que la vereda es un buen lugar para jugar a las damas o al “aro” y que el farol de la baranda ha quedado hermosísimo. Parece ser que antes en esa zona los indios jugaban a la chueca* que no es solo un juego español.

*La chueca: Palitún para los mapuches- se jugaba antes de la llegada de los colonizadores. Se forman dos bandos y cada uno de los jugadores tiene un garrote encorvado en uno de los extremos. Se lanza una pelota de madera que tiene que ser lanzada al palo contrario.

No creo que Andrea D…

No creo que Andrea D conozca la historia del Tiburón Contreras. A ella le gusta acercarse a la lobera para mirar las olas que por momentos se parecen a las nubes, incluso al sol. Nunca vi una ola parecida al sol pero Andrea lo ve así: un sol blanco como la espumita blanca que forma el agua sobre la ola. Les cuenta a sus amigas lo que piensa hacer cuando sea grande. Les dice que se imagina llevando las polainas cuándo haga todo lo que piensa hacer más adelante.

La historia del Tiburón Contreras es apasionante. El nadador de 1.60 que hizo record mundial cruzando el estrecho de Gibraltar.

Indago en los diarios de la biblioteca en restauración -Santiago Severín- sobre el personaje. En Internet encuentro una crónica de Jorge M. Nadar… para Víctor C, “El tiburón”- es contar hasta diez mil bajo el agua; es bañarse en el aceite de lobo para resistir las aguas congeladas y cruzar a nado el estrecho de Magallanes bajo el pulso de la inconsciencia. Las mujeres yagán –lo sabe el nadador- se lubricaban su cuerpo con el líquido de los lobos para protegerse de las bajas temperaturas en la Patagonia. Qué impresionante.

Miro a los chiquitos que juegan con el perro. El nene tendrá la edad de Víctor cuándo se lanzó por primera vez a las aguas del Pacífico.

Desde el mar

Javiera mira el paseo Wheelwrigh desde el mar. Otra mirada posible sería desde la cima del cerro Artillería. Las grúas como grandes jirafas de hierro serían las protagonistas. * La ciudad aparece como un pachtwork de colores: rojos-celestes-verdes-violetas-blancos-naranjas-azules-amarillos. Un gran collage de acuarelas. Un lienzo multicolor que nos recibe pronta la noche cuando la tarde muta hacia los grises intensos hasta tocar el negro.

Los albatros

La pintura de Edson tiene una línea muy definida. Los bordes de las embarcaciones están acentuados. Y existen diversos planos que nos dan una idea de la ocupación del espacio en perspectiva. Los albatros –suponiendo que fueran albatros- forman parte de la cartografía marina. No son de hierro ni de alambre –de ninguna manera- y vuelan a la caza de peces que algunos barcos pesqueros van dejando en su trayectoria. Es exquisito el uso del blanco en la pintura. Un fondo oscuro sobre la densidad del azulado la completa. Dan ganas de estar ahí, en la pura expectación de la orilla o incluso en el interior de cualquiera de las naves estacionadas.

La imagen nos remite a un puerto pero como los lectores sabemos que la leyenda de la viñeta dice Muelle Pratt, la palabra Pratt me remite de inmediato al único Pratt que conozco. El señor italiano Hugo Pratt. Uno de los ilustradores máximos de la aventura. De la noción de aventura. De las latitudes inexploradas, los otros, el mar. El historietista conocido mundialmente por el personaje del Corto Maltés se presentó en las costas que llevan su nombre.

Hay un libro, librito de 107 páginas al que siempre regreso. Se trata de la compilación, con alma de dossier, que hizo Luigi Volta que se llama -La aventura infinita- editada en Corregidor y en el que escriben Jorge Rivera, Juan Sasturain, Oscar Steimberg entre otros. Particularmente influenciada por algunas citas que el querido Rivera retoma a partir de la lectura de La Balada del mar salado -comparto Edson, cordialmente contigo- el poema de Coleridge “The Rime of the Ancient mariner”. En realidad, es un drama épico que nos lleva hacia una zona de fantasmas y navíos que quitan la respiración y nos llenan de sed. Siendo tu trabajo una escena tan apacible, no sé porque quiero convidarte zonas de agobio e inequidad. Hay algo en los pájaros que me conduce hacia el pasado. Es posible que sea la necesidad de viajar en el tiempo o viajar en el mar, tal cómo los hacen los seres volátiles o aquellos que buscan una voz en libertad. La Balada de Pratt empieza así :”Soy el océano Pacífico” y cuenta la historia de un barco pirata que tiene por Capitán a Rasputín quién recoge a dos chicos náufragos y también al Corto Maltés, un marinero, que nos dará una vista especial de quién ama la marcha, los secretos de las expediciones, las sorpresas; la incesante marcha entre las olas.

Una orquesta cerca y lejos de la caleta El membrillo

Las balsas ya no se hacen con el cuero de lobo del tiempo de los changos.* Son de madera lenga o de ciprés y hacen posta en el fondeadero de la caleta El Membrillo. Un pequeño dinosaurio rosado vuela en el atardecer. Mientras que un cormorán se sube a la cabeza de la estatua El pescador. El mar está planchado. Liso como una alfombra. Pero no siempre es así. Hace mucho tiempo –a principios del siglo XVI- llegaron corsarios hasta esta costa. El legendario holandés Joris Van Spielbergen se batió en tremenda batalla contra los españoles. Dicen que su barco era envidiable y que en Altamar solía demorar la expedición para hacer opulentos banquetes dónde no faltaban los buenos vinos, ron del trópico y mujeres. Ganar fortunas para él no era el objetivo mayúsculo. Sino que el placer residía en la posibilidad de aventurarse hacia lo desconocido. En plena marcha hacia la guerra solía detener el bergantín y una orquesta tocaba en vivo música irlandesa.

*Changos: quién nos habló de Los Changos fue Don Nicanor Parra.

Camanchacos o Camanchangos o simplemente Changos, es la denominación de Armando Aguilar Olvera para los habitantes precolombinos que habitaban entre Camaná y Coquimbo en la costa sudamericana. Se dedicaban a la pesca, actividad para la que utilizaban embarcaciones o balsas hechas con cueros de lobos marinos inflados. Sobre estos flotadores, sujetaban una plataforma de madera, que permitía transportar de uno a cuatro navegantes. Este tipo de embarcación era usada por ellos sólo para la pesca costera, mientras que para el transporte a largas distancias usaban balsas de troncos. Para la pesca utilizaban un arpón de hueso, amarrado a un cordel de cuero. Se agrupaban en pequeñas familias y rendían culto a los muertos, a los que enterraban junto con sus herramientas. (Extraído de Internet)

En Argentina la voz changos viene del quechua y significa muchacho, pibe, pequeño.

*Caleta. En el diccionario náutico la voz caleta también se asocia a las siguientes palabras: Bahía, rada, ensenada, golfo. Y a abra, aflujo, admisión, estero, seno, toma, entrante. Además se cita una larga galería de Caletas del mundo como la Caleta Olivares, Caleta Camarones, Caleta Olivia, Caleta Connor entre otras.

Sobre la pintura de Manuel Sánchez de once años y que va a la escuela República Árabe Siria en Valparaíso.

Creo que las nubes

Creo que las nubes tiene un poder inmenso para insinuar cataclismos, pesares, estados de ánimo, vacilaciones, fugas, movimientos de cualquier especie. Otros leen las borras del café o las líneas de una mano. Hace un tiempo, apenas a una cuadra, se corría la lengua de que un aluvión podía bajar hacia la Almirante Montt. Imagino que las nubes seguro tuvieron algo que decir al respecto. La presencia del amarillo en los interiores del Paseo Dimalow provoca cierto nerviosismo. Las nubes no aparecen serenas y es posible que estén conversando con las olas en la costa.

Frente a los retratos de paisajes que vengo enumerando viven trabajadores del puerto, informantes de turismo, albañiles, reposteros, expertos en platos del mar, profesores de educación física, poetas y payasos tristes. Los payasos tristes realmente nos han conmocionado. Aún no puedo dejar de verlos aunque estén detrás de las fachadas.

El faro de Namoo

My Beautiful Girl Mari es una animación del coreano Lee Sung-Gang que descubrimos hace algunos años. De manera asociativa, me llegaron algunos pasajes de esa película. Es como si la estuviera viendo detrás de la ventana de mi casa en la calle 24, en la ciudad de La Plata, dónde vive uno de los árboles más grandes del barrio. Proyectada en el sauce, reaparece un faro entre las hojas que caen perpendiculares. El faro representa en la trama- el hallazgo de algo que Namoo lleva dentro. Namoo es un chico de unos catorce quince años que vive en la costa, en un pueblo pesquero. Puede llegar a ser por ejemplo- en Gangwon-do dónde curiosamente, también hay un faro, el faro de Hajodo. Como todos los faros del mundo, ese faro ilumina las rutas marítimas de los barcos.

My Beautiful Girl Mari cuenta la historia de Namoo que ha perdido a su padre en el mar-la película lo muestra avanzada la primera parte a través de distintos flashback-; El chico vive con su madre y su abuela que ya está muy viejita. Son diversas las circunstancias que insinúan en él un sentimiento de pérdida. A lo que se suma de modo singular la inminente partida de su mejor amigo a otra ciudad. Cuando la temporada de vacaciones concluya, al final del verano, Junho se marchará a Seul para estudiar.

Desde sus visitas al faro, Namoo se siente permeable a algo nuevo: la dimensión de lo fantástico. Un espacio posible en el que se encuentran nubes para pasar el rato, como cojines, como almohadones en los que podríamos tranquilos reposar unas horas; un perro rarísimo o un gato? y una chica a la que puede confiarse por completo, Mary. Increíble Mary de los sueños.

El faro de Punta Angeles *, inaugurado en 1837, aquí sobre la costa de Valpo, representado por los pinceles de Valentina González (once años), me llevó a la película coreana y al recuerdo de Namoo pensándose cuándo joven y recordando cuánto lugar ocupaba la amistad en ese tiempo. Creo que hay algo entre ese cielo irregular de fondo que expresa Valentina, un cielo casi de tiza celeste sobre un gris ceniciento, aunque la verdad no sé si es cielo o agua, que me conecta con la película de Lee Sung-Gang. Ese contraste entre el faro y los cortes asimétricos de pintura que aparecen detrás, creo que traduce algo de lo que les cuento.

*Un documento de 1837 dice: ”La torre es de madera, pintada de blanco, su figura es una pirámide cuadrangular; su base es un cuadrado de 23 pies, la altura de 60 pies castellanos hasta el pie del farol, la camisa tiene 11 pies en cada frente; el fanal es de 12 pies de alto y 6 de diámetro, de forma cilíndrica y techo de fierro; la luz de color natural y es bastante clara para distinguirse a distancia de diez leguas en tiempo claro”. En 1987 se instala su actual sistema de iluminación a gas xenón con una potencia de 2000 w equivalente a 9.600.000 velas y un Alcance de 32 millas náuticas, siendo de esta manera uno de los de mayor potencia en existencia. Tiene una torre de fierro de 18 m de altura y se encuentra a 60 m sobre el nivel del mar.

Muelle Pratt

Hay algunas imágenes de la realidad que no necesariamente tienen correspondencia con lo que puede suceder en la realidad. Es decir, lo que vemos no es tal cual lo vemos. O no sucede tal cual se expresa. Dicho de otro modo, lo que se presenta a nuestros ojos puede ser otra cosa. Este vaivén me permite sumergirme en el vaivén de las barcas. Las barcas que José Luis retrata del muelle Pratt.

Días pasados advertimos que la picardía es asunto cotidiano y nos pasamos un buen rato viendo cómo los señores suben en el Carmen Rosa III, 64 pasajeros en vez de 46. Exactos 64 pasajeros contamos mientras las banderitas flameaban al atardecer. Son increíbles las coincidencias y es increíble el grado de azar que puede manifestarse en algunos momentos. No se trata solo de probabilidades que pueden ser conmensurables, ni siquiera estoy hablando de cifras; se trata del aspecto mágico que guardan las relaciones. Muchas veces me he preguntado: ¿Cómo sería mi propia historia si hubiera nacido cerca de la orilla de un río? ¿Cómo serían los días de mi abuela, si en vez de cruzarse con el abuelo se hubiera cruzado con el hermano del abuelo? Y así, una cadena infinita y aleatoria que respiramos constantemente.

El señor de visera amarilla se ve muy concentrado. No quiero distraerlo con estas apreciaciones. Siento correr el agua, un ancla se suelta, los rayos del sol tienen sombra. Nuestro mundo almacena distintas parcelas de memoria. Como dice María: “Hay veces que me encantan las personas”.

Hallazgos

Diego P. encontró muchas cosas en la playa. Estuvo atento al movimiento y a la quietud. A lo que resplandece y a lo que se oculta.

El chico de rojo está alimentando con su balde negro al lobo marino que parece un poco foca, un poco tiburón. Arrojó el balde con fuerza y el peso es enorme porque ha llevado más mariscos que de costumbre. Sus ahorros se los donó a los lobos y compró a Los porteños dónde los precios son salados. *

El barco pesquero del fondo me da la sensación de que llevara un poco a Valparaíso adentro o a cuestas. No puede ser de otra forma. Cuando vamos de aquí pa yá llevamos lo nuestro. Aunque seamos unos verdaderos pata e perro, expresión que de inmediato me remite a una de las artistas chilenas más entrañables, la señora Violeta Parra, vamos con lo nuestro puesto.

* Los precios salados. No sé como dirán los chilenos cuando están los precios caros. En el diccionario del lunfardo encontré la acepción salada como zarpada, haciendo una asociación más, digo- salidos de su lugar, altos.

Un bote verde quiere volar

Debajo del tinglado, y entre los dos faroles que se encuentran a los laterales, hay dos turistas que han escuchado por boca de un guía de la zona, la historia del buque peruano El Huascar de fines de siglo XIX y que hoy, es un museo flotante pasadas mil batallas, mil expediciones. Lo cito como interrogante porque desconozco ampliamente la historia de Chile. Apenas puedo enumerar entre cinco y diez acontecimientos fatídicos que resquebrajaron la memoria de su pueblo. Su historia –solo en un punto- me resulta más bien lejana, es como si nos separara mucho más que la cordillera de los Andes. Una inmensa muralla de piedra nos divide de corrientes de aire, de arribos, de modismos, de recetas, de canciones.

Sobre el techo descansan las gaviotas.

Las solapas de la cubierta son las puntas de un bote verde que quiere volar.

No hay nadie en la caleta.

No hay nadie en la caleta. Es un hecho curioso en demasía. Y hay un bote que espera su bautismo. Me pregunto dónde estarán El Seba y El Tata porque me encantaría salir a dar una vuelta. Huelo a membrillo aunque ya no exista ninguno. Eso es lo que me ha atraído hasta la costa. Una pregunta: - siendo que tengo estas dimensiones –perdón que les pregunte- podría subirme a ellas?

Adoro Chile.

Adoro Chile. La isla de Chiloe. La playa de Cucao, la extensión, el vacío. El cajón del Maipo. Valdivia. Los volcanes. El mar. Sus costas rocosas. Mucha música chilena. Mucha literatura chilena. Una amiga. Otro amigo. Las señoras sencillas que preparan con dedicación los desayunos. Don Nicanor Parra, sus artefactos, sus humoradas. Los cachureos y los Quebrantahuesos. Lo indescriptible de algunas situaciones. Un viajero que escribe en el terremoto. La predisposición al encuentro que he encontrado en una gran mayoría de personas. Las conversaciones, el silencio.